Reseñas Históricas del Centenario del Transporte Aéreo.
El sueño del transporte aéreo. Documentación recopilada por Luis Utrilla, Ingeniero, Historiador Aeronáutico y miembro de la SAE.
Después de tres largos años de conflicto bélico en Europa, en 1918 por fin se preparaban unas Navidades en paz. La firma del armisticio el 11 de noviembre abrió las puertas a la reconstrucción de un desolado continente.
Desde la primavera de 1918 el ingeniero e industrial Pierre-Georges Latécoère ya pensaba en la utilidad comercial de los aviones que fabricaba en sus instalaciones de Toulouse. El empleo de la aviación, como medio de transporte complementario del automóvil y del tren, no tenía en aquel momento, prácticamente, ningún partidario.
Sus Salmson 2A2, a pesar de ser unos de los aviones de reconocimiento táctico más apreciado de la época, apenas si podían realizar escalas de algo más de 400 kilómetros.
El primer objetivo de Pierre-Georges Latécoère era la puesta en marcha de una línea regular de transporte aéreo entre Toulouse y Casablanca. Un recorrido de 1.850 kilómetros que podían cubrirse en algo más de trece horas de vuelo.
Nada más firmarse el armisticio que puso fin a la I Guerra Mundial, el mismo 11 de noviembre entregó en las oficinas del Registro Mercantil de Toulouse los Estatutos de una nueva sociedad denominada CEMA, “Compagnie Espagne, Maroc, Algèrie” y adjetivada como Lignes Aériennes Latécoère. La línea haría escala en las ciudades españolas de Barcelona, Alicante y Málaga.
En los primeros días de diciembre se iniciaron las gestiones para la autorización de los vuelos a España. Con la ayuda del periodista deportivo George Prades y con la connivencia del coronel Paul François Dhé, Director de Aeronáutica del Ministerio de la Guerra, Pierre-Georges Latécoère se entrevistó con el embajador de España en París, José María Quiñones de León, a quien logró convencer para que tramitase una solicitud de autorización ante el rey Alfonso XIII que le permitiera volar hasta Barcelona en un vuelo de prueba para la futura línea aérea.
En una fría mañana del día de Navidad de 1918, Latécoère y su piloto René Cornemont se dispusieron a subir en el aeródromo de Montaudran a un Salmson 2A2 que les llevase hasta la ciudad Condal. A las ocho y media el avión despegó de Toulouse y dos horas y veinte minutos después, aterrizaron en el exiguo Hipódromo de Can Tunis, en Barcelona, donde fueron recibidos por los miembros del colectivo aeronáutico de la Ciudad Condal.
Al día siguiente, y tras una pequeña inspección del aeródromo de La Volatería, Pierre-George Latécoère firmó un compromiso con Talleres Hereter S.A., cuyo director técnico era el ingeniero malagueño Jorge Loring Martínez para utilizar dicho aeródromo.
En Francia los problemas administrativos siguieron bloqueando la puesta en marcha de los servicios aéreos. Fue el interés que el mariscal Louis Hubert Liautey, Residente General y máxima autoridad de la Administración francesa en el Protectorado de Marruecos, había mostrado por la línea aérea, lo que indujo a Pierre-Georges Latécoère a volar hasta Casablanca.
El 25 de febrero, poco después de las cinco de la mañana, dos Salmson 2A2 despegaron de Toulouse con la intención de llegar a Marruecos. Sin embargo numerosos problemas mecánicos y meteorológicos en Barcelona y Alicante les obligaron a regresar a Toulouse sin haber alcanzado la ciudad de Málaga, siguiente escala de los vuelos de prueba.
El segundo y definitivo intento de volar a Casablanca
El 3 de marzo, un nuevo Salmson 2A2 voló de Toulouse a Barcelona, pudiendo continuar hasta Alicante sin problemas.
Uno de los pilotos, Paul Junquet, viajó en ferrocarril hasta Málaga, vía Madrid, para asegurarse de que el terreno que habían seleccionado en nuestra ciudad en la finca de La Isla había sido convenientemente preparado y se hallaba listo para recibir a los aviones. El 6 de marzo Junquet comunicó telegráficamente a Toulouse que todo estaba dispuesto y que los aviones podían operar perfectamente.
El día 8 de marzo en el aeródromo de Montaudran, Pierre Latécoère y el piloto Lemaître estaban dispuestos a despegar de nuevo rumbo a Marruecos. Poco antes del mediodía el avión el avión Salmson 2A2, nº 457, inició su vuelo y dos horas después aterrizaba sin novedad en El Prat de Llobregat. Desde allí, después de repostar combustible y tomar un ligero refrigerio, despegaron a las cuatro de la tarde rumbo a Alicante donde aterrizaron, sin contratiempos, tres horas después.
Esa misma noche Latécoère envió un telegrama a Málaga confirmando su llegada para el día siguiente:
“Servicio de Aviación. Según el telegrama que anoche tuvo la atención de mostrarnos el señor Álvarez Net (don Francisco), hoy de ocho a nueve de la mañana llegará a Málaga, aterrizando en el lugar denominado “La Isla”, uno de los aeroplanos de la casa francesa encargada del servicio de exploración de Toulouse a Rabat, haciendo estación en Barcelona, Alicante y Málaga. El aviador permanecerá unas horas en Málaga, saliendo seguidamente en su aparato para la citada población marroquí. Mañana llegará otro aparato. Muchas personas se proponen ir hoy a “La Isla” para presenciar el aterrizaje.” [1].
A primeras horas de la mañana del día 9 de marzo, en el “campo de vuelo” de Alicante, Latécoère y Lemaître miraban con preocupación un amenazador cielo cargado de nubes. La situación meteorológica no presagiaba nada bueno, pese a lo cual ambos estaban decididos a continuar su viaje. A las siete y media de la mañana Lemaître y Latécoère despegaron de Alicante. Una vez en el aire el pronóstico se confirmó y las nubes bajas obligaron al piloto a elevarse para evitar el aguacero que, al sobrepasar Murcia, se convirtió en un auténtico diluvio.
Mientras tanto en la capital malagueña algunos amantes de la aviación y curiosos se habían dado cita para recibir a los viajeros aéreos. El retraso del avión preocupaba a los allí reunidos que tenían la confirmación de la salida del vuelo de Alicante poco después de las siete y media de la mañana.
Cuando faltaban unos pocos minutos para que se cumplieran las tres horas desde la salida, el Salmson 2A2 de Pierre-Georges Latécoère apareció por encima de los montes de Gibralfaro. Un pequeño punto descubrió poco a poco la silueta del avión, cuyo motor ronroneaba apenas unos instantes después por encima de las cabezas de los congregados en el campo de La Isla.
Después de algunas vueltas de reconocimiento el piloto no se decidió a aterrizar, ya que el campo presentaba abundantes charcos producto de las lluvias de la noche pasada. Lemaître no quería más sustos por lo que decidió buscar una zona algo más segura donde aterrizar.
A escasos centenares de metros el piloto pudo ver una zona de erial entre las carreteras de Cádiz y de Churriana donde finalmente decidió tomar tierra. Aquellos terrenos resultaron pertenecer al cortijo de El Rompedizo, propiedad de Félix Assiego. Eran las 10 y media de la mañana del 9 de marzo de 1919 cuando el Salmson 2.A.2, nº 457, aterrizó en El Rompedizo.
En pocos minutos se encontraron junto al avión el sr. Álvarez Net y el propietario de la finca Félix Assiego y García de la Serna quienes, junto a los allí concentrados, manifestaron sus entusiastas felicitaciones al piloto y a su acompañante por el éxito del vuelo. Tras las fotografías de rigor el sr. Assiego invitó a los aviadores al cortijo, apenas distante unos metros de donde el avión había tomado tierra, y allí les agasajó con un pequeño refrigerio que terminaría convirtiéndose en una copiosa comida.
En unas improvisadas declaraciones a la prensa local Pierre-Georges Latécoère manifestó su intención de realizar una línea aeropostal utilizando aviones con capacidad para siete pasajeros, que contarían con un servicio complementario para trasladar a estos desde el aeródromo a la ciudad.
“Los viajes aéreos. La llegada del primer aparato de la casa francesa encargada de hacer un recorrido de exploración entre Toulouse y Rabat, haciendo estación en Barcelona, Alicante y Málaga había despertado en nuestra ciudad gran expectación, evidenciándose ésta en el número considerable de personas que ayer mañana se trasladaron al lugar designado para el aterrizaje.
Sobre las diez y media el aeroplano en que venían su piloto el constructor de la casa aterrizó a un kilómetro de “La Isla”, en terrenos propiedad de don Félix Asiego. Se hizo dicho aterrizaje sin el menor incidente, patentizándose la pericia y habilidad del aviador.
El recorrido desde Alicante a nuestra ciudad, lo ha efectuado en tres hora y media; el tiempo máximo que se emplea en el viaje que es de dos horas, pero la circunstancias de estar lloviendo copiosamente entre
Murcia y Almería, que obligó a viajar sobre las nubes ha hecho que la marcha se aminore.
Volaba el aparato majestuosamente y el momento resultó emocionante, recibiendo el intrépido piloto entusiastas felicitaciones.
El aviador, constructor de la casa de Toulouse, don Francisco Álvarez Net, y otras personas, almorzaron en la citada finca, saliendo después el aviador con su aparato para Rabat.
Los redactores gráficos impresionaron varias placas. Mañana martes llegará otro aparato.
Una vez realizado el viaje de exploración que ahora se hace, se acometerá la magna obra del establecimiento del servicio de viajeros y correos, efectuando el recorrido aparatos con cabida para siete personas, estableciendo hangares en Alicante, Barcelona y Málaga.
En razón a la distancia que hay de la población al lugar de aterrizaje, se pondrá un servicio de automóviles, que partirá del centro de la población.”
[2] .
Cerca de la una del mediodía Lemaître y Latécoère reemprendieron su viaje despegando de El Rompedizo rumbo a Rabat, donde aterrizaron cerca de las cuatro de la tarde. Media hora después surcaban de nuevo el cielo camino de Casablanca, etapa final del viaje, donde llegaron unos minutos después de las cinco. El vuelo había sido todo un éxito. En cinco etapas los aviadores habían cubierto 1.850 kilómetros en 11 horas y 45 minutos de vuelo.
En Casablanca Pierre Latécoère fue recibido por el mariscal Louis Hubert Lyautey, a quien entregó un ejemplar del periódico Le Temps, fechado dos días antes, el día 7 de marzo, lo que resultaba asombroso para el general, acostumbrado a que la correspondencia desde París tardase un mínimo de once días en llegar a Casablanca y, lo que todavía le resultó más asombroso, un ramo de violetas para su esposa, que habían sido cogidas en Toulouse menos de 48 horas antes. El entusiasmo y apoyo de Lyautey a favor de la línea aeropostal sería, a partir de entonces, un factor decisivo en su establecimiento y desarrollo.
Tras distintos actos de reconocimiento y agasajo en la ciudad marroquí y en la vecina Rabat, el 12 de marzo a las seis y media de la mañana despegaron Latécoère y su piloto para emprender el regreso a Toulouse.
En Málaga, de nuevo en la zona de La Isla, numerosas personas esperaban la llegada del avión, entre ellas Arturo Busa dueño del Garaje Inglés quien se había ofrecido a prestarles la ayuda mecánica necesaria a los pilotos, así como el suministro de combustible. Poco después de las dos y media de la tarde el público congregado empezó a abandonar el lugar, al no tener noticia de la llegada de los aviadores, quedando allí sólo, de guardia, dos empleados del Garaje Inglés por si finalmente se producía el aterrizaje.
Escasos minutos después de las tres de la tarde el avión apareció por encima de la Punta de Torremolinos, bordeando la costa. El aparato realizó varias evoluciones en la zona de la Isla y de nuevo la prudencia del piloto le aconsejó dirigirse a El Rompedizo para el aterrizaje.
A las tres y media el Salmson 2A2 tomaba tierra sin dificultad procedente de Rabat, de donde había despegado a las 8 de la mañana. El motivo de su retraso había sido de nuevo la meteorología. La lluvia y la niebla les habían obligado a realizar un aterrizaje en la localidad de Arbaoua, junto a la frontera del protectorado marroquí español, de donde no pudieron despegar hasta la una del mediodía.
En El Rompedizo no había nadie en esos momentos. Pasaba casualmente por esos caminos, procedente de la hacienda de San Isidro, Antonio Navajas, quien, al ver el aeroplano, se dirigió presuroso al lugar del aterrizaje para atender a los aviadores, con los que no logró entenderse. Les acompañó Antonio hasta la estación del ferrocarril de San Julián, donde había instalado un teléfono desde el cual pudieron comunicar su llegada al Garaje Inglés. Traía consigo Pierre-Georges Latécoère la primera correspondencia aérea entre Marruecos y Francia, así como diversa documentación oficial para el Cónsul francés en Málaga.
La corta experiencia de los dos vuelos en Málaga decantaron a Latécoère por el campo despejado de El Rompedizo. Su baja utilidad agrícola y la buena disposición de su propietario Félix Assiego, permitieron llegar esa misma tarde a un acuerdo de arrendamiento por la cantidad de 7.000 pesetas anuales, figurando en el mismo contrato una opción de compra por un montante de 135.000 pesetas.
Mientras charlaban sobre las condiciones del alquiler del aeródromo, los aviadores esperaron la llegada del combustible, que no estuvo disponible en El Rompedizo hasta las nueve de la noche, lo que les obligó a pernoctar en Málaga, despegando rumbo a Alicante el día 13 de marzo poco después de las seis y media de la mañana.
A lo largo de los meses siguientes los trabajos de adecuación de El Rompedizo y los preparativos para la línea aérea fueron incesantes.
Tras superar no pocas dificultades de las autoridades españolas y francesas, el 29 de agosto de 1919 un decreto publicado en la Gaceta de Madrid autorizaba la primera línea aérea de nuestro país, cuyos servicios dieron comienzo el 1 y 2 de septiembre de 1919. Nacía así el transporte aéreo en Málaga y en España.
[1] El Popular, Diario Republicano. Domingo, 9 de marzo de 1919.
[2] El Popular. Diario Republicano. Lunes, 10 de marzo de 1919.
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