SAE Vintage : Del mito de Dédalo e Ícaro al barcelonés Miguel Escuder
El ser humano siempre ha soñado con volar, lo vemos desde la mitología griega en la que los personajes como Dédalo e Ícaro, con sus alas pegadas con cera, intentaban volar. Pero, no es hasta el siglo XV cuando el famoso Leonardo da Vinci emplea su habilidad en la pintura en el estudio del vuelo de las aves y demuestra la posibilidad de valerse de la hélice para remontarse por los aires.
Más tarde, en el año 1670 un jesuita de Brescia creó la llamada “Taza del padre Francisco Lana” que atendía a un aparato que conseguía elevarse mediante el principio de los líquidos de Arquímedes por medio de su adaptación a los gases. Aunque desgraciadamente este experimento fracasó, dio lugar a posteriores avances y adaptaciones de esta idea.
Remontándonos al siglo XVII el fraile portugués Guzmán observó en el aire una ampolla de jabón y se aplicó a reproducir este fenómeno artificialmente en grandes volúmenes siendo el verdadero inventor del globo aerostático, cuya invención se atribuye a los hermanos Montgolfier debido al escaso conocimiento de la ciencia en 1720.
Sin embargo, en 1756 se descubrió el hidrógeno por Cavendish, el cual el doctor Blach apoyado en la propiedad que el nuevo gas tenía de ser más ligero que el aire, enunciando que: “una vejiga llena de él no tendría más remedio que elevarse en la atmósfera” llevada a cabo por Caravallo en 1772 a través de llenar de hidrógeno pompas de jabón.
Seguidamente, el 5 de junio de 1783 se construyó un globo compuesto de una envoltura de tela el embalaje recubierto de papel que fue lanzado por los hermanos Montgolfier elevándose hasta 1.000 metros y yendo a caer cerca de cinco kilómetros más allá del punto de partida, viéndose repetido al poco tiempo después por Esteban Montgolfier en Versalles ante la corte de Luis XVI y ya, en este caso, con un globo de aire caliente de 866 metros cúbicos que se elevó 500 metros, siendo capaz de levantar una jaula suspendida que llevaba un carnero, un gallo y un pato.
Tras este suceso, el físico Charles, propuso un avance en el que se sustituiría el aire caliente por hidrógeno ya que cualquier gas, cuyo peso específico sea menor que el del aire, sirve para hinchar los globos y, aunque en un principio se usó el aire caliente y aún en nuestros días es el método que se emplea en los que sirven de diversión en las fiestas populares, el hidrógeno facilitaba una elevación superior que no producía daños en el globo.
Continuando, en la primera República francesa, el Comité de Salvación Pública, entre los que se encontraban Berthollet, Fourcroy y Guiton-Monveau, comenzó a utilizar los globos como objeto de vigilancia de los movimientos del enemigo, defensa y ataque que tuvieron lugar en varias batallas.
El 21 de octubre de 1783 supuso un gran acontecimiento puesto que, el marqués de Arlandes hizo el primer viaje aéreo en globo, empleando un viaje de 25 minutos y elevándose a más de 1500 metros. Fue un año después cuando Blanchard se convierte en el primer astronauta en intentar dar dirección a los globos aerostáticos, pero sin obtener grandes resultados.
A este acontecimiento le sucedió el intento de Dupuy de Lome de instalar por primera vez una hélice de seis metros de diámetro en un globo en 1872, seguido del intento de los hermanos Tissandier por aplicar la electricidad en un motor de 45 kilogramos de peso y 100 kilogramos de fuerza, pero sin logros de conseguir dirigirlos hasta la llegada de Renard y Krebs, que consiguieron seguir por primera vez una curva cerrada en el espacio con un globo que logró regresar al punto de partida.
Tras varias series de fracasos y el añadido del accidente mortal de Schwartz al intentar dirigir un globo con 4 hélices y motor de bencina, persuadieron a sabios e inventores de que la dirección de los globos era una tarea muy complicada y, de nuevo, tornaron todos los empeños a la primitiva idea de clonar el vuelo de las aves.
De esta manera, se deslindaron dos bandos para resolver el problema de la navegación aérea, unos persisten la idea de dirigir los globos por el espacio a voluntad del aeronauta fundándose en el principio de Arquímedes (cuerpos menos pesados que el aire), otros fían la solución a los aviadores (aparatos más pesados que el aire).
Se observó el hecho “insignificante” con un pedazo de cartón, fijándose en que ciertos movimientos en distintos ángulos observaban que el aire deslizándose por el plano indicado lo hace desviar en sentido opuesto al de su inclinación, llevándose a su aplicación en 1834 pero siendo esta fallida.
El globo del conde Zeppelin es, sin duda alguna, uno de los más perfectos que se han construido hasta la fecha con 116 metros de largo por 16 metros de diámetro construido en aluminio y acero con 17 compartimentos que contenían un globo más pequeño cada uno.
Sin embargo, las pruebas no fueron tan satisfactorias como se esperaba.
Asimismo, en Francia se tomó la actividad como deporte fundando el Aéreo-Club teniendo como propósito vencer el rechazo y arrastrarlo hacia la afición al globo aerostático. Realizaron a su vez concursos en la Expo 1900 con tres tipos de pruebas: tiempo, altura, distancia máxima horizontal y de distancia mínima con relación a un punto fijado con anterioridad.
Tras varios accidentes, el brasileño Santos Dumont logró ser el vencedor y ganar uno de los grandes premios del Aéreo-Club (donación del empresario petrolero Enrique Deutsch) con su globo en forma de elipsoide muy alargado, provisto a su vez de una cuerda pendiente de la parte anterior del globo que le permitían las variaciones de inclinación.
Pero no fue hasta el 13 de mayo de 1902 cuando un compatriota de Santos Dumont llamado Augusto Severo junto con su mecánico, fueron a Francia para construir un globo dirigible por medio de una hélice de propulsión ideado por él con nombre “Paz” que concluyó las pruebas con éxito y se observó por fin que se tenía el control absoluto del globo. Tras este gran avance, se sucedieron varias adaptaciones con desviadores laminares que permitían la dirigibilidad parcial de los globos.
Finalmente, como dato a destacar, en España también se llevaron a cabo avances en los estudios para dirigir los globos. Se debe al conocido mecánico de Barcelona don Miguel Escuder, que hizo las pruebas oficiales de su invento en la Asociación de Ingenieros industriales de la capital de Cataluña. Este aparato constaba de dos juegos de palas colocados a los dos lados del globo mediante los cuales el piloto sin moverse de la barquilla, podía controlar la dirección y velocidad y que supuso un gran aporte a la industria de los dirigibles.
Tras todos estos sucesos, la conclusión a la que podemos llegar es que toda esta serie de pequeños avances e, incluso, grandes fracasos o pérdidas hoy en día, nos acercan al desarrollo y posibilidad de cumplir el sueño de volar que comenzó en forma de mito, pasó por grandes trabajos de ingeniería y mecánica y llega a nuestros días en forma de aeronaves tripuladas, seguras y en continua evolución.